Mensajes internos...

Mensajes internos del ser humano, para la conciencia y evolucion del espiritu.

Nombre: RA
Ubicación: Orv.7, Neb, Sat.606, Ura.

lunes, junio 26, 2006

Palabras de fuego...

Los reinos de este mundo, siendo como son materiales, pueden estimar a menudo que es necesario emplear la fuerza física para la ejecución y desarrollo de las leyes y del mantenimiento del orden. En el reino de los cielos los creyentes no recurren al empleo de la fuerza física. El reino del cielo, siendo como es una hermandad espiritual entre los hijos de Dios, puede promulgarse únicamente por el poder del espíritu. Esta distinción de procedimiento no anula, sin embargo, el derecho de los grupos sociales de creyentes a mantener el orden en sus filas y administrar disciplina entre los miembros ingobernables e indignos.

No es incompatible ser hijo del reino espiritual y ciudadano del gobierno secular y
civil. Es deber del creyente dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios...

No puede haber desacuerdo entre estos dos requisitos. A no ser que resulte que un César intenta usurpar las prerrogativas de Dios y pida homenaje espiritual y se le rinda culto supremo. En tal caso sólo debéis adorar a Dios, mientras intentáis iluminar a esos dirigentes mal guiados. No debéis rendir culto espiritual a los gobernantes de la tierra. Ni tampoco debéis emplear la fuerza física de los gobiernos terrenales.

Ser hijos del reino, desde el punto de vista de una civilización avanzada, debe convertiros en ciudadanos ideales en los reinos terrenales. La hermandad y el servicio -no lo olvidéis- son las piedras angulares del evangelio.

La llamada del amor del reino espiritual debe probar que es efectiva a la hora de destruir el instinto del odio entre los ciudadanos no creyentes y guerreros del mundo terreno. Pero estos hijos de las tinieblas, con mentalidad material, nunca sabrán de vuestra luz espiritual, a no ser que os acerquéis a ellos. Por ello debéis ser honorables y respetados entre los ciudadanos y entre los dirigentes de este mundo. Ese servicio social generoso sólo es la consecuencia natural de un espíritu que vive en la luz.
Como hombres mortales sois en verdad ciudadanos de los reinos terrenales y debéis ser buenos ciudadanos y mucho más cuando habéis vuelto a nacer en el espíritu. Tenéis, por tanto, una triple obligación: servir a Dios, servir al hombre y servir a la hermandad de creyentes en Dios.

No adoréis a los jefes temporales ni empleéis la fuerza para el fomento del reino espiritual.

Pero manifestaros en un honrado ministerio de servicio amoroso, tanto a los creyentes como a los no creyentes. Es en el evangelio del reino donde reside el poderoso Espíritu de la Verdad. Yo verteré sobre vosotros ese Espíritu de Verdad y sus frutos serán poderosas palancas sociales que elevarán a las razas de las tinieblas. En verdad os digo que este Espíritu llegará a ser vuestro fulcro, con un poder multiplicador.
Desplegad sabiduría y mostrad sagacidad en vuestros tratos con los dirigentes civiles no creyentes. Por medio de la discreción, mostraros expertos a la hora de allanar desacuerdos poco importantes y arreglar fútiles faltas de entendimiento.

Buscad, por todos los procedimientos leales, el vivir apaciblemente con todos los hombres. Sed siempre sabios como las serpientes y tan inofensivos como las palomas...

Seréis mejores ciudadanos si sabéis iluminar vuestro espíritu con la verdad del evangelio. Y los dirigentes en los asuntos civiles mejorarán como resultado de esta creencia en el reino celestial.

Mientras los jefes de los gobiernos terrenales busquen ejercitar la autoridad, como dictadores religiosos, vosotros -los que creéis en este evangelio- sólo podéis esperar problemas, persecuciones e, incluso, la muerte...

Pero yo os digo, que esa misma luz que llevéis al mundo, y hasta la forma en que padezcáis por ella, iluminará finalmente por sí misma a toda la humanidad y dará, como resultado, la separación gradual de la política y la religión.

La persistente predicación de este evangelio del reino llevará algún día a las naciones a una nueva e increíble liberación, a una libertad intelectual y a la libertad religiosa.

Yo os anuncio ahora que, bajo las próximas persecuciones de los que odian este evangelio de la alegría y de la libertad, vosotros floreceréis y el reino de mi Padre prosperará.
Pero no os engañéis. Correréis grave peligro cuando, en los tiempos posteriores, la mayoría de los hombres hablen bien de los creyentes en el reino y muchos, incluso, ocupando altos cargos, acepten el evangelio. Aprended a ser leales al reino, incluso en tiempos de paz y prosperidad.

No tentéis a los ángeles que os vigilan. No les tentéis a llevaros por caminos sembrados de dificultades, como amante disciplina, cuando os dejéis arrastrar por la molicie y la vanagloria.

Recordad que estáis encargados de predicar este evangelio el supremo deseo de hacer la voluntad del Padre, junto con la alegría suprema de la realización de la fe de ser hijos de Dios- y no debéis dejar que nada desvíe vuestra atención. Haced que toda la humanidad se beneficie del desbordamiento de vuestro amante ministerio espiritual, iluminando la comunión intelectual e inspirando el servicio social.

Pero ninguna de estas humanitarias labores deben ocupar el verdadero objetivo de vuestros corazones: proclamar el evangelio.

No debéis buscar la promulgación de la Verdad, ni establecer la honradez, por medio del poder de los gobiernos civiles ni tampoco por la promulgación de leyes seculares.

Podéis trabajar para persuadir a las mentes humanas, pero nunca -nunca- debéis atreveros a imponeros. No olvidéis la gran ley de la justicia humana que os he enseñado: lo que deseéis que otros os hagan, hacédselo vosotros a ellos...
Cuando un creyente sea llamado a servir al gobierno terrenal, dejad que rinda ese servicio como ciudadano temporal de dicho gobierno, aunque tenga que mostrar todos los rasgos y señales ordinarios en la ciudadanía. Éstos han sido realzados por la ilustración espiritual de la ennoblecedora asociación de la mente del hombre mortal con el espíritu divino que habita en él.

Si el no creyente llega a cualificarse como un sirviente civil superior, debéis preguntaros seriamente si las raíces de la Verdad de vuestro corazón no han muerto por falta de las aguas vivientes de la comunión espiritual con el servicio social.
La conciencia de ser hijos de Dios debe acelerar toda la vida de servicio a vuestros semejantes.

No debéis ser místicos pasivos o desvaídos ascetas. No debéis volveros soñadores o veletas, cayendo en el cómodo letargo de creer que una ficticia Providencia os va a proveer, incluso, de lo necesario para vivir.

En verdad, debéis ser suaves en vuestros tratos con los mortales que se equivocan. Y pacientes en vuestras conversaciones con los hombres ignorantes. Y contenidos ante la provocación...

Pero también debéis ser valientes a la hora de defender la honradez y fuertes en la promulgación de la verdad y hasta audaces para predicar este evangelio del reino. Y deberéis llegar hasta los confines del mundo...

Este evangelio es una Verdad viviente. Os he dicho que es como la levadura en el pan y como el grano de mostaza. Y ahora os declaro que es como la semilla del ser viviente que, de generación en generación, mientras siga siendo la misma semilla viviente, se despliega indefectiblemente en nuevas manifestaciones y crece de forma aceptable, adaptándose a las necesidades peculiares y condiciones de cada generación. La revelación que os he hecho es una revelación viva... y es mi deseo que lleve frutos apropiados a cada individuo y a cada generación, de acuerdo con las leyes del crecimiento espiritual. Es mi deseo que se incremente y que tenga un desarrollo.

De generación en generación, este evangelio debe mostrar vitalidad creciente y mayor hondura de poder espiritual. No se debe permitir que llegue a ser un simple recuerdo sagrado, una mera tradición sobre mí o sobre los tiempos en los que ahora vivimos...

Y no olvidéis que no hemos dirigido un ataque personal a los individuos ni a la autoridad de los que se sientan en la silla de Moisés. Tan sólo les hemos ofrecido la nueva luz, que ellos han rechazado con tanto vigor. Hemos arremetido contra ellos sólo por su deslealtad espiritual para con las mismas verdades que confiesan enseñar y salvaguardar. Hemos chocado con estos establecidos dirigentes y reconocidos jefes sólo cuando se han opuesto directamente a la predicación del evangelio. E incluso ahora no somos nosotros los que arremetemos contra ellos, sino ellos los que buscan nuestra destrucción. No estáis para atacar las antiguas formas. Debéis poner diestramente la levadura de la nueva Verdad en medio de las viejas creencias.
Y dejad que el Espíritu haga su propio trabajo. Dejad que venga la controversia, sólo cuando aquellos que os desprecian os fuercen a ella. Pero, cuando los no creyentes os ataquen intencionadamente, no dudéis en manteneros en una vigorosa defensa de la Verdad que os ha salvado y santificado.

Recordad siempre amaros el uno al otro. No luchéis con los hombres, ni siquiera con los no creyentes. Mostrad misericordia, incluso, con los que, despreciativamente, abusen de vosotros.
Mostraros ciudadanos leales, honrados artesanos, vecinos merecedores de alabanza, parientes devotos, padres comprensivos y sinceros creyentes en la hermandad del reino del Espíritu. Y yo os aseguro que mi espíritu estará sobre vosotros ahora y siempre, hasta el final del mundo...J de N.